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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Pre-Plenario RegionalTepic, Nayarit (I)

Movimiento de Cursillos de Cristiandad

Crónica

Retiro Espiritual
Dirigido por un servidor

Texto utilizado para esta reflexión, entregado de la Comisión Ejecutiva Nacional utilizado ya en el Plenario Nacional en Toluca, Edo. de México.


LA ESPERANZA
Retiro Espiritual

1ª CHARLA: EL CRISTIANO, HOMBRE DE ESPERANZA
Al hablar, con frecuencia utilizamos fe, esperanza y confianza de manera indistinta. Por ejemplo decimos: “Tengo fe en que Dios curará a mí ser querido”. En unas ocasiones decimos tengo “confianza” y en otras tengo “esperanza”. ¿Cuál es la forma correcta?, y si estos términos se aplican a estas realidades.
El CIC dice en el # 156.  El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos».
Es decir: no creo lo que Dios dice, porque entienda o me convenza sino porque Él lo dice, y estoy cierto de que no se puede equivocar ni engañarme. Entonces la Fe se refiere en principio a las verdades reveladas.
Pero También sigue diciendo en el mismo número el CIC: «Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las pruebas exteriores de su revelación» (ibíd., DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos», motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espíritu» O sea: los auxilios interiores del Espíritu Santo, nos ayudan a creer en pruebas exteriores que confirman la verdad revelada, y que terminan por convencer a nuestra razón. De manera que creer en esas pruebas exteriores (como los milagros) nos acercan a la verdad revelada, a la verdadera fe. Pero si nos quedamos en los milagros y no llegamos a la verdad revelada, pues no es verdadera fe.

Finalmente el CIC define la Fe en el # 1814 como: La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga5, 6).

De manera que la primera aplicación es: la entrega libre a las verdades reveladas.
1815 El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545). Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.

La segunda aplicación es: que esas verdades reveladas son para aplicar en la vida, no para erudición. 1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).

Finalmente: no es solo para aceptar las verdades reveladas y vivirlas en el plano personal sino para comunicarlas. En  síntesis: la fe se refiere a las verdades reveladas para Profesarlas (creerlas), testimoniarlas (ponerlas en práctica) y Difundirlas (compartirlas a los demás). No sé a ustedes, pero a mí esto me suena al lema de Aparecida: Discípulos, Testigos y Misioneros. Quién no es estas tres cosas, su fe está –cuando menos- incompleta.
Por el contrario, en muchos de nosotros o en personas conocidas, encontramos esta disposición a creer, buscar y pregonar los milagros; pero eso de buscar conocer lo que Dios nos manda en su revelación, poner en práctica sus enseñanzas y comunicarlas a los demás, ni por asomo.

Viven al borde de la superstición, ya que entiende su religión como las formulas para hacer que Dios o los Santos hagan lo que ellos quieren; y no como el medio para llegar a hacer lo que Dios quiere. De manera que si en la Iglesia no le consiguen lo que quieren, pues van con el brujo o se cambian de religión o siguen a los charlatanes que les leen la suerte, les hacen limpias y les dan amuletos con conjuros. Todo, por supuesto, bien caro. Pero lo pagan.

La ESPERANZA:

El en el # 1817, el CIC la define como: la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.

Se refiere en primer lugar a la certeza de que el Reino de Dios es posible en mí y en mi entorno y a que es posible alcanzar la vida eterna. En segundo lugar, a que ésta certeza se apoya en la promesa de Cristo y en los auxilios de la Gracia del Espíritu Santo; no se apoya ni en mi anhelo de trascendencia, ni en mi voluntad o fuerzas y capacidades para conseguirla. Según esta definición, difícilmente podemos aplicar la ESPERANZA a situaciones en las que nos estamos esforzando y anhelamos lleguen a un buen fin o que simplemente tengamos mejor suerte.

Como por ejemplo: Que encuentre una buena chamba; Que me haga caso ésa chava; Que se resuelva aquel problema, etc. En fin, asuntos del mundo en los que estamos trabajando y en los que elijo ser optimista, para contar con la motivación que me impulse a seguirme esforzando. El en el # 1818, el CIC añade: La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.

Cuando dice que, asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; pareciera que incluye cualquier anhelo de felicidad: Ser rico, disfrutar todos los placeres, humillar a quien detesto, etc. Pero en realidad aclara que ha sido puesto por Dios, y añade que: las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos. De manera que no se refiere a cualquier aspiración y mucho menos para mí beneficio. Entonces, la persona que ha alcanzado la Esperanza en grado de Virtud, espera las promesas de Dios y no las del mundo. Por supuesto que será objeto de las burlas del mundo que le restriega la percepción del avance del mal. Por eso el Espíritu Santo lo: protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. Es en la eternidad y no aquí, en donde Dios colmará de premios al que espera, y en donde todos enfrentarán su justicia.

Así, ante la percepción del avance del mal, captado en nuestro entorno y también el que nos presentan los Medios de Comunicación; el cristiano es un hombre de Fe, cierto en la afirmación de Jesús: “Yo he vencido al mundo”; y un hombre de Esperanza, confiado en que ese triunfo llegará.

Es también un hombre de Caridad, que con sus obras, hace posible y acelera esta verdad revelada. Es tan fuerte y tan profundo el significado de estas palabras, que resulta difícil de creer que las estemos comparando con la simple Confianza, o el Optimismo, o el insulso Voluntarismo del: "Si se puede, si se puede". Pero este es un Retiro y no una clase de Virtudes Teologales, de manera que todo lo anterior, fue simplemente el planteamiento para encuadrar el verdadero punto: LA ESPERANZA EN LA VIDA DE LA IGLESIA.

El fin último de la Iglesia se describe como: El Reino de Dios y su Advenimiento, al que sirve con su testimonio y santidad de vida, que hace creíble el mensaje de salvación que anuncia. En Jesucristo, Dios manifestó claramente su intensión decidida de salvar a la humanidad corrompida de pecado. Para ello, Jesús nos habló de un Padre Misericordioso, que con su perdón y disposición a sacrificar a su único Hijo, nos invita a amarlo y a amarnos los unos a los otros. Pero esta voluntad suya no la impone, sino que espera la aceptación libre de cada persona. En medio de un mundo que nos programa desde niños al egoísmo, la vida en la Iglesia tiene que ser notoriamente fraterna, para que los hombres vean una alternativa atractiva y viable de vida. La teoría no convence, necesitamos ver un modelo funcionando, para atrevernos a soltar el modelo conocido.

Sumidos en una competencia feroz de unos contra otros, con muchas frustraciones y pocos éxitos, el mundo produce personas infelices y resentidas; quienes como única solución, buscan de las religiones una divinidad que cambie su suerte y ellos queden arriba y los otros abajo. No se plantean el cambio del sistema de competencia sino su posición resultante de dicha competencia. El hombre de hoy cuando enciende su TV o su radio, cuando lee el periódico, cuando ve y escucha las experiencias frustrantes de otros o incluso el mismo las experimenta, y va a los templos para cambiar su suerte; encuentra promesas de salvación, pero no una comunidad que los impacte por su solidaridad. Si logramos presentar una Iglesia, comunidad solidaria de hermanos Hijos del mismo Padre, como en las 1as comunidades, los hombres verán que existe una alternativa ante la competencia, la solidaridad.

Así, la Esperanza en las promesas de Salvación, parecerá viable, porque encontrará ya en la manera de vivir aquí, el camino para llegar allá. Aunque el mundo siga siendo difícil, complicado, exigente (un valle de lágrimas), será el espacio en que vamos ejercitando el amor, nuestra capacidad de ayudar al prójimo, de expandir el corazón. La vida no será una sucesión interminable de obstáculos, sino que las dificultades serán los escalones de un ascenso continuo. Esta visión Esperanzadora de la vida y del mundo, solo se puede aprender en la Iglesia comunidad; de ahí la urgencia de construirla para uno mismo y para todos.


En este momento... 

¿Buscas en Dios un poder que cambie tu suerte?

¿Tienes una comunidad que alimenta la auténtica Esperanza?
      
      ¿Te sientes apabullado por el mundo?

    ¿Contribuyes a la construcción de una Iglesia-comunidad que aliente la Esperanza de otros?

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