Movimiento de Cursillos de Cristiandad
Crónica
Retiro EspiritualDirigido por un servidor
Texto utilizado para esta reflexión, entregado de la Comisión Ejecutiva Nacional utilizado ya en el Plenario Nacional en Toluca, Edo. de México.
LA ESPERANZA
Retiro Espiritual
1ª CHARLA: EL CRISTIANO, HOMBRE DE ESPERANZA
Al hablar, con frecuencia utilizamos fe, esperanza y confianza de manera
indistinta. Por ejemplo decimos: “Tengo fe en que Dios curará a mí ser querido”. En unas ocasiones
decimos tengo “confianza” y en otras tengo “esperanza”. ¿Cuál es la forma
correcta?, y si estos términos se aplican a estas realidades.
El CIC dice en el # 156. El motivo de creer no radica en el hecho de que
las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de
nuestra razón natural. Creemos «a causa de la autoridad de Dios mismo que
revela y que no puede engañarse ni engañarnos».
Es decir: no creo lo que Dios dice, porque entienda o me
convenza sino porque Él lo dice, y estoy cierto de que no se puede equivocar ni
engañarme. Entonces la Fe se refiere en principio a las verdades reveladas.
Pero También sigue diciendo en el mismo número el CIC: «Sin
embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razón, Dios ha
querido que los auxilios interiores del Espíritu Santo vayan acompañados de las
pruebas exteriores de su revelación» (ibíd.,
DS 3009). Los milagros de Cristo y de los santos (cf. Mc 16,20; Hch 2,4), las profecías, la propagación y
la santidad de la Iglesia, su fecundidad y su estabilidad «son signos
certísimos de la Revelación divina, adaptados a la inteligencia de todos»,
motivos de credibilidad que muestran que «el asentimiento de la fe no es en
modo alguno un movimiento ciego del espíritu» O sea: los auxilios
interiores del Espíritu Santo, nos ayudan a creer en pruebas exteriores que
confirman la verdad revelada, y que terminan por convencer a nuestra razón. De
manera que creer en esas pruebas exteriores (como los milagros) nos acercan a
la verdad revelada, a la verdadera fe. Pero si nos quedamos en los milagros y
no llegamos a la verdad revelada, pues no es verdadera fe.
Finalmente el
CIC define la Fe en el # 1814 como: La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en
todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone,
porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y
libremente a Dios” (DV 5). Por eso el
creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...]
vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa
por la caridad” (Ga5, 6).
De manera que la primera aplicación es: la entrega libre a las verdades
reveladas.
1815 El don de la fe
permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545).
Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2,
26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a
Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.
La segunda aplicación es: que esas verdades reveladas son para aplicar en
la vida, no para erudición. 1816 El discípulo de
Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla,
testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para
confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en
medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cf DH 14). El servicio y
el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel que
se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi
Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le
negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).
Finalmente: no es solo
para aceptar las verdades reveladas y vivirlas en el plano personal sino para
comunicarlas. En síntesis: la fe se
refiere a las verdades reveladas para Profesarlas (creerlas), testimoniarlas
(ponerlas en práctica) y Difundirlas (compartirlas a los demás). No sé a ustedes, pero a mí esto me suena al lema de Aparecida:
Discípulos, Testigos y Misioneros. Quién no es estas tres cosas, su fe está
–cuando menos- incompleta.
Por el contrario, en muchos
de nosotros o en personas conocidas, encontramos esta disposición a creer, buscar
y pregonar los milagros; pero eso de buscar conocer lo que Dios nos manda en su
revelación, poner en práctica sus enseñanzas y comunicarlas a los demás, ni por
asomo.
Viven al borde de la
superstición, ya que entiende su religión como las formulas para hacer que Dios
o los Santos hagan lo que ellos quieren; y no como el medio para llegar a hacer
lo que Dios quiere. De manera que si en la Iglesia no le consiguen lo que
quieren, pues van con el brujo o se cambian de religión o siguen a los
charlatanes que les leen la suerte, les hacen limpias y les dan amuletos con
conjuros. Todo, por supuesto, bien caro. Pero lo pagan.
La ESPERANZA:
El
en el # 1817, el CIC la
define como: la virtud teologal por la
que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en
nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
Se refiere en primer lugar a
la certeza de que el Reino de Dios es posible en mí y en mi entorno y a que es
posible alcanzar la vida eterna. En segundo lugar, a que ésta
certeza se apoya en la promesa de Cristo y en los auxilios de la Gracia del
Espíritu Santo; no se apoya ni en mi anhelo de trascendencia, ni en mi voluntad
o fuerzas y capacidades para conseguirla. Según esta definición,
difícilmente podemos aplicar la ESPERANZA a situaciones en las que nos estamos
esforzando y anhelamos lleguen a un buen fin o que simplemente tengamos mejor
suerte.
Como por ejemplo: Que encuentre una buena chamba; Que me
haga caso ésa chava; Que se resuelva aquel problema, etc. En fin, asuntos del
mundo en los que estamos trabajando y en los que elijo ser optimista, para
contar con la motivación que me impulse a seguirme esforzando. El en el # 1818,
el CIC añade: La virtud de la esperanza corresponde al
anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las
esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para
ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna.
El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la
caridad.
Cuando dice que, asume las esperanzas que inspiran las
actividades de los hombres; pareciera
que incluye cualquier anhelo de felicidad: Ser rico, disfrutar todos los
placeres, humillar a quien detesto, etc. Pero en realidad aclara que ha sido puesto por Dios, y añade que: las purifica para ordenarlas al Reino de los
cielos. De manera que no se refiere a cualquier aspiración y mucho
menos para mí beneficio. Entonces, la persona que ha
alcanzado la Esperanza en grado de Virtud, espera las promesas de Dios y no las
del mundo. Por supuesto que será objeto de las burlas del mundo que le
restriega la percepción del avance del mal. Por eso el Espíritu Santo
lo: protege del desaliento; sostiene
en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza
eterna. Es en la eternidad y no
aquí, en donde Dios colmará de premios al que espera, y en donde todos
enfrentarán su justicia.
Así,
ante la percepción del avance del mal, captado en nuestro entorno y también el
que nos presentan los Medios de Comunicación; el cristiano es un hombre de Fe,
cierto en la afirmación de Jesús: “Yo he vencido al mundo”; y un hombre de
Esperanza, confiado en que ese triunfo llegará.
Es también un hombre de Caridad,
que con sus obras, hace posible y acelera esta verdad revelada. Es tan fuerte y tan profundo el
significado de estas palabras, que resulta difícil de creer que las estemos
comparando con la simple Confianza, o el Optimismo, o el insulso Voluntarismo
del: "Si se puede, si se puede". Pero este es un Retiro y no una
clase de Virtudes Teologales, de manera que todo lo anterior, fue simplemente
el planteamiento para encuadrar el verdadero punto: LA ESPERANZA EN LA
VIDA DE LA IGLESIA.
El fin último de la Iglesia se describe como:
El Reino de Dios y su Advenimiento, al que sirve con su testimonio y santidad
de vida, que hace creíble el mensaje de salvación que anuncia. En Jesucristo, Dios manifestó claramente su
intensión decidida de salvar a la humanidad corrompida de pecado. Para ello,
Jesús nos habló de un Padre Misericordioso, que con su perdón y disposición a
sacrificar a su único Hijo, nos invita a amarlo y a amarnos los unos a los
otros. Pero esta voluntad suya no la impone, sino que espera la aceptación
libre de cada persona. En medio de un mundo que nos programa desde
niños al egoísmo, la vida en la Iglesia tiene que ser notoriamente fraterna,
para que los hombres vean una alternativa atractiva y viable de vida. La teoría
no convence, necesitamos ver un modelo funcionando, para atrevernos a soltar el
modelo conocido.
Sumidos en una competencia feroz de unos contra
otros, con muchas frustraciones y pocos éxitos, el mundo produce personas
infelices y resentidas; quienes como única solución, buscan de las religiones
una divinidad que cambie su suerte y ellos queden arriba y los otros abajo. No
se plantean el cambio del sistema de competencia sino su posición resultante de
dicha competencia. El hombre de hoy cuando enciende su TV o su
radio, cuando lee el periódico, cuando ve y escucha las experiencias
frustrantes de otros o incluso el mismo las experimenta, y va a los templos
para cambiar su suerte; encuentra promesas de salvación, pero no una comunidad
que los impacte por su solidaridad. Si logramos presentar una Iglesia, comunidad
solidaria de hermanos Hijos del mismo Padre, como en las 1as comunidades, los
hombres verán que existe una alternativa ante la competencia, la solidaridad.
Así, la Esperanza en las promesas de Salvación,
parecerá viable, porque encontrará ya en la manera de vivir aquí, el camino
para llegar allá. Aunque el mundo siga siendo difícil, complicado, exigente (un
valle de lágrimas), será el espacio en que vamos ejercitando el amor, nuestra
capacidad de ayudar al prójimo, de expandir el corazón. La vida no será una sucesión interminable de
obstáculos, sino que las dificultades serán los escalones de un ascenso
continuo. Esta visión Esperanzadora de la vida y del mundo, solo se puede
aprender en la Iglesia comunidad; de ahí la urgencia de construirla para uno
mismo y para todos.
En este momento...
¿Buscas en Dios un poder que cambie tu suerte?
¿Tienes una comunidad que alimenta la auténtica Esperanza?
¿Te sientes apabullado por el mundo?
¿Contribuyes a la construcción de una Iglesia-comunidad que aliente la Esperanza de otros?
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